Llegamos a Santa Bárbara para nuestro tercer encuentro grupal, el entusiasmo por encontrarnos se confirmó con las sandias, mamones, naranjas, los mangos, ayotes, maíz, frijoles de distintas variedades y colores. Abundante ofrenda que las compañeras trajeron de los territorios para el centro energético de esta colectividad que nos conecta para compartir lo intimo de las historias personales y políticas.
Celebramos la vida de varias compañeras que estaban de cumpleaños y también de aquellas que son madres y de las que decidimos con plena consciencia no serlo, sabemos que en nuestro país decidir sobre la maternidad es un privilegio y de esto también hablamos. En este espacio dialogamos con nuestros cuerpos y palabras sobre lo que significa ser mujeres, sobre los mandatos que nos oprimen y que hemos naturalizado; el cuidado cuando es una imposición exclusiva para nosotras sobrecargando nuestras vidas cotidianas, las labores domésticas que siempre van a la par de nuestro rol de defensoras, aunque no se divulgue en lo público de su vitalidad e importancia. También hablamos de lo fuertes que hemos tenido que ser para sostener nuestras luchas y defender nuestros derechos y “Estar alerta frente a tanta grosería que vivimos las mujeres” Para algunas es agotador tener que ser fuertes todo el tiempo pues es real que las organizaciones se sostienen con nuestros cuerpos, pensamientos y acciones.
Como el taller se va moviendo según se van poniendo en diálogo nuestras experiencias y emociones, hablamos de que en el feminismo hay muchas contradicciones, que nosotras mismas hemos reproducido o vivido, pues a veces siendo feministas replicamos la violencia, lo hacemos con nuestros hijos, hijas e hijes, lo hacemos cuando borramos de la historia y omitimos los aportes de compañeras a un proceso colectivo.
Expresarnos con libertad no siempre es fácil con los muchos mandatos que hemos internalizado, la autoridad, el enojo es algo que se nos han prohibido a las mujeres, por eso cuando gritamos también nos estamos liberando de cosas acumuladas que tenemos dentro y que esta mal visto que lo hagamos las defensoras pero que en los defensores se valora positivamente. Como, por ejemplo; gritar, hablar claramente, y hasta decir que no.
En este taller nos expresamos de acuerdo con lo que hemos vivido. En nuestras experiencias dijimos que llega un momento en el que podemos cambiar la mirada para no ocuparnos de los espacios domésticos y que los compañeros de las organizaciones también los asuman. Podemos vernos a nosotras mismas con el reconocimiento que es interno, que es de nosotras y no de cómo nos ven o no nos ven o quieren ver las demás personas. Vernos más allá de la victimización. Así vamos aprendido a ser libres porque no es para la libertad que nos educaron, por eso hablar entre nosotras de nuestras historias es una pedagogía de la libertad en la que nos vamos dando cuenta que nos cansamos de ser débiles, siempre buenas o siempre fuertes y a veces las circunstancias, los contextos nos obligan a sacar la fuerza que necesitamos, pero es haciendo amistades entre nosotras como defensoras que vamos viendo crecer nuestra libertad.
Liana Funes. Compilación de las reflexiones colectivas de este tercer taller del proceso “Sanar Nuestra Historia, Caminando Juntas Hacía Una Pedagogía del Cuidado”. Facilitadora: Esperanza Mejía.
Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras (RNDDH), 15 de mayo de 2024
Sarita Hernández, de la comunidad Guadalupe Carney en Trujillo, comenta que para ella la juanilama es una planta buena para sembrarla en el patio, que acompañada con la planta -mal llamada- lengua de suegra hacen un buen trabajo de protección y limpieza energética a través de baños. «A mí me decían que sembrara lengua de suegra, juanilama y la ruda, que son buenas juntas», nos cuenta mientras siembra en el vivero de La Siguata.
Para Dariel Jiménez, consultor e ingeniero ambiental, en cambio, la guajilama, como se le conoce en su comunidad Plaplaya en La Moskitia, sirve para aliviar la fiebre. «En el pueblo Garífuna se hace un té de guajilama, que permite sudar la fiebre, aliviar el dolor de cabeza y es un buen oxigenante cerebral», comparte. Así comienza la jornada de siembra en La Siguata; con un intercambio de conocimientos, energías y plantas medicinales.
Desde su instalación, hemos definido a La Siguata como una casa de autocuidado, cuidado colectivo y sanación donde nos hemos propuesto “Aura Buni, Amürü Nuni” es decir; yo para ti, tú para mí. Donde nos acompañamos y sanamos juntas de los dolores que provocan las luchas. Y durante esos procesos de sanación hemos utilizado las tinturas, las aguas florales, las cremas, la herbolaria en general para los dolores del cuerpo y malestares que impactan a las defensoras que vienen desde diferentes territorios del país.
Es ahí donde nace la idea de tener nuestro propio vivero medicinal, sin embargo, no sólo se origina con la intención de contar con las plantas en la casa para los talleres y uso medicinal, sino también como un proyecto que revive la cultura del trueque, el intercambio de conocimientos y reconocer la ancestralidad en los procesos agrícolas y técnicas de cultivo que hacen las compañeras indígenas y campesinas en sus territorios y que además han utilizado para sanarse desde hace muchos años.
«La intención es que las compañeras vengan a sus procesos de Estancia, traigan plantas de sus territorios que han sido significativas para un momento importante de su vida, que puedan sembrarlas, tocar la tierra; implica simbólicamente que siembran las energías de ellas para recibir a las otras compañeras que vienen con muchos dolores y situaciones de salud crítica, adoloridas, tristes, angustiadas, cansadas, hartas y las que ya estuvieron aquí y sembraron sus plantas sus energías también les ayuda a sanar a las nuevas compañeras que vienen», explica Lilian Girón, coordinadora de La Siguata, la casa de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos (RNDDH).
Esta idea de un vivero medicinal nace desde hace dos años y se empezó a trabajar en el proyecto hace ocho meses y se continúa, puesto que es un proceso de mediano y largo plazo. En esta jornada de siembra trabajaron compañeras defensoras que forman parte de la Asamblea, del Grupo Impulsor y equipo operativo de la Red de Defensoras que aportaron sus energías, conocimientos y espiritualidad para comenzar este proyecto que es y lo hemos construido para todas.
Sin embargo, antes de tener un espacio como el vivero ya se estaba trabajando en procesos de cultivo en La Siguata. Actualmente contamos con 30 especies de plantas identificadas, entre ellas la epacina, zacate de limón, sábila, eucalipto, albahaca criolla y dulce, perejil, tomillo, salvia, mirra, menta, hierbabuena, etc., todas utilizadas para hacer tés, sahumerios, baños y procesos curativos para las compañeras que vienen a las Estancias.
Además, se hacen pruebas para el cultivo de algunas hortalizas, tubérculos, tomates, rábanos, remolachas, repollo, en pequeña escala y que aportan para los procesos de alimentación saludables y de desintoxicación para las compañeras defensoras. Estos procesos también tienen un sentido de sostenibilidad y autonomía en La Siguata.
¿Por qué construir un vivero en La Siguata?
«La Siguata es uno de los corazones de la Red de Defensoras, tenemos varios corazones que bombean fuerza, energía, ánimo y luz para nuestros caminos que a veces se opacan y La Siguata es uno de estos corazones, el más importante somos nosotras las Defensoras. Esta es una casa donde las mujeres pueden descansar, pensarse, compartir los duelos, compartir la desgracia que provoca este sistema en contra de ellas, de sus cuerpos, de sus familias y comunidades. Pero también donde renacen juntas y más simbólico, más concreto y más bello que un vivero; un lugar donde renacer, es central. La Siguata simboliza también esto: renacer», dice Melissa Cardoza, feminista autónoma, parte del Equipo y miembra de la Asamblea de la RNDDH y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras, durante su trabajo en la jornada de siembra en el vivero.
Por su parte, para Juana Esquivel de la Asamblea de la RNDDH y del Comité Municipal en Defensa de los Bienes Comunes y Públicos, construir un vivero en La Siguata tiene diferentes razones: «para que su utilidad nos sirva a las compañeras, reconocer la ancestralidad de las plantas y reconocer que además de que tenemos la medicina en la naturaleza, también poder intercambiar con las compañeras, que ellas puedan traer desde sus territorios diferentes plantas medicinales que nos sirvan a otras, pero que también puedan llevar a sus territorios plantas que hemos cultivado con nuestras manos aquí».
Es en ese sentido que reconocemos que el vivero revive y recupera la cultura del trueque y el intercambio de conocimientos. Porque, desde sus inicios, se ha hecho un trabajo colectivo para darle vida a La Siguata y además de los procesos terapéuticos y políticos de sanación convencionales, también hay una apuesta política por la recuperación de esas otras formas de sanación ancestrales como la herbolaria, medicinas o antídotos curativos y sanadores que ayudan a las defensoras a sobrellevar la cotidianidad desde hace muchos años y que son un punto central de nuestra política de Protección Integral Feminista.
Durante su tránsito por La Siguata, las compañeras defensoras que conforman la Red llevan y traen sus plantas, nos cuentan y comparten qué hacen, cómo las siembran, cuáles son sus formas de cuidar la Tierra, de coexistir con las plantas, con los animales, conocimientos que han aprendido de sus ancestras y de sus propias experiencias trabajando en sus territorios y estos aportes los integramos en el cuidado del vivero.
«La tierra necesita cariño, platicar con ellas, hablar con ellas, acercarnos a las plantas. Cuando una planta se siente sola y uno solo la riega por un compromiso; eso lo hemos dicho, que eso de regarla por un compromiso no, a las plantas se le dedica un tiempito, estar con ellas por lo menos media hora para que ellas también se sientan, porque las plantas son seres vivos, lo que pasa es que no hablan. Como a nosotras, Dios, nos dejó esa parte de hablar con ellas, es de platicar con las plantas, acercarnos a ellas, no dejarlas. Si las sembramos volverlas a ver y volverlas a tener cerca de una y no descuidarlas», comenta Adalinda Gutiérrez, originaria de Marcala, La Paz, miembra del Grupo Impulsor y parte de la Asamblea de la Red Nacional de Defensoras, quien estuvo trabajando durante dos días en la jornada de siembra en el vivero.
El vivero como homenaje a las defensoras de la tierra y el territorio
Según nuestro Informe de Derechos Humanos del año 2021- Enero a Junio 2022, identificamos que la mayor cantidad de agresiones se concentró contra las defensoras que defienden tierra y territorio, representado en un 38%. Esta tendencia creció en el último año, representando un 70% de agresiones recibidas por mujeres defensoras que ocupan espacios que desde hace siglos son suyos y defienden los bienes comunes, que son codiciados por las empresas, las compañías, las mineras, las represas, etc.
«Desde el 2016 que asesinaron a nuestra compañera Berta Cáceres, han asesinado 27 defensoras y la mayoría de ellas son mujeres trans y en segundo lugar son defensoras de tierra y territorio. Es decir, a estas luchadoras cuando no las pueden detener las matan y aquí, de alguna manera, las sembramos», comenta Melissa Cardoza. De ahí que se considere al vivero también como un homenaje para las defensoras de la tierra y territorio; reconocer que ellas son parte y tienen un papel fundamental en nuestra misión y proyecto político, compartir con ellas y trabajar este territorio en La Siguata.
Es por ello que valoramos que Sarita, como le llamamos de cariño, y Adalinda, ambas defensoras de la tierra y mujeres campesinas que han luchado toda su vida por los derechos colectivos, puedan venir y mostrarnos cómo es su camino, cómo son sus procesos de cultivo y esa conexión especial que tienen ellas con la madre tierra y nos puedan transmitir sus conocimientos ancestrales. Asimismo, aprendemos y desaprendemos con otras compañeras defensoras que debido a ese 70% de agresiones han desarrollado situaciones críticas de salud que afectan sus cuerpos y mentes y que han logrado aliviar y salvarse a través de la herbolaria, también como una forma de anteponerse a la industria farmacéutica.
«No hay otra medicina y no hay otra alternativa como las plantas medicinales. Yo me he sentido bien segura cuando me estoy tomando algo natural, no así como cuando tomo químico que me siento insegura, saber que si yo me tomo una pastilla o me tomo un medicamento me va a sanar pero me va a provocar otra enfermedad y sabemos que las plantas medicinales tampoco nos van a provocar otra enfermedad, nos van a sanar, que lleva un proceso la medicina natural, un largo tiempo para sanar, pero lo sana definitivamente», dice Adalinda sobre sus procesos de autocuidado utilizando la herbolaria.
«Esto es lo que a mí me encanta, la tierra. No habrá cosa más grande que a mí me encante que es esto de estar en la tierra trabajando y gracias a Dios, a la Red Nacional de Defensoras que la conocí a tiempo, he logrado sobrevivir de tantas amenazas, de tantos atentados y muertes en mi familia. He logrado salir de eso y no quedarme como víctima sino que seguir adelante y yo por eso le agradezco muchísimo a la Red Nacional de Defensoras y por eso será nuestro empeño y nuestro trabajo seguir adelante porque como defensores y defensoras de mujeres, tierras y territorios del bosque, del ambiente y del agua, de nuestros medios de vida, no hay nadie que se acerque a una, al contrario una es enemiga de otros, pero yo me siento bien fortalecida en este espacio», comentó Adalinda sobre su trabajo en jornada de siembra en el vivero.
Un vivero sostenible y amigable con el ambiente
Dariel Jiménez, ha hecho acompañamiento en nuestro espacio terapéutico “Sembrando nuestras energías” donde las compañeras defensoras usan como instrumento una planta como símbolo de sembrar sus energías y esperanzas en la tierra y en su vida cotidiana y de lucha que llevan en los territorios. Además, ha compartido sus técnicas ancestrales de cultivo que, en palabras de él, no adquirió de la academia sino de sus raíces Garífunas, de la conexión y trabajo que se ha desarrollado con la comunidad campesina en el campo y de su organización base que le permitió desarrollarse como profesional que es la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH).
Dariel, fue el encargado de instalar la estructura y los procesos técnicos en el vivero de La Siguata, que está pensado como un vivero amigable con el medio ambiente y de agricultura responsable en un 80-90%. Para ello, el sustrato del suelo es a base de materiales orgánicos preparados por las mismas compañeras con el acompañamiento de Dariel, se utilizan, en su mayoría, abonos orgánicos, semifermentados o tipo bokashi (abono orgánico originado en Japón), composta de hojas o material orgánico para rescatar o activar la biología en el mismo suelo.
Sin embargo, utilizar medidas amigables con el medio ambiente resultan en un desafío para mantener saludable al vivero. Debido al monocultivo de maíz, frijoles o granos básicos que hay en la zona, existen plagas y enfermedades que se han adaptado a todo tipo de químicos y que resultan difíciles de eliminar con procesos orgánicos y tardan más en eliminarse, pero que al final, aunque tarden son efectivos.
«Por eso surge la necesidad del vivero también, porque en un vivero como este el clima es controlado, la humedad y el clima es controlado. Si uno como ser humano en un tiempo determinado no aguanta la temperatura que aquí se sostiene dentro del invernadero no digamos las plagas y esa es una ventaja del espacio. Además, es eficiente en cuanto al manejo del riego, regamos menos, la humedad se sostiene más, tenemos una temperatura más controlada; a más calor menos presencia de plagas y enfermedades, a más humedad menos necesidad de riego», explica Dariel sobre las ventajas de tener un vivero en La Siguata.
Cabe destacar que, aunque hay todo un conocimiento técnico detrás del vivero, esto se complementa con los conocimientos que las compañeras campesinas e indígenas que han adquirido desde la experiencia y de sus ancestralidades. «Lo que yo he aprendido de ellas es mucho, en cuanto a las costumbres ancestrales, las técnicas de los pueblos que han sostenido a esta y muchas generaciones con estas técnicas y costumbres de cultivar la tierra bajo esa armonía y equilibrio con la madre naturaleza. Eso me fortalece como hijo de una comunidad Garífuna, una de las comunidades afro indígenas de este país. Esa conexión y ese intercambio de conocimientos de distintas culturas y costumbres nos fortalecen un montón a nosotros», comenta Dariel sobre su trabajo en la jornada en conjunto con compañeras defensoras.
Estamos felices de materializar este sueño de tener un vivero en La Siguata; sueño que hemos construido y logrado juntas. La invitación está abierta para todas las mujeres Defensoras de la Red que forman parte de la Asamblea, del Grupo Impulsor y de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras para que se unan a este proyecto poderoso e inspirador, que traigan sus plantas, que lleven para sus territorios y que nos compartan sus conocimientos y técnicas de cultivos. Construyamos, compartamos y expandamos juntas este vivero donde se siembran vidas.
Con los hilos de la memoria que vamos juntando en el proceso “sanar nuestra historia, caminando juntas hacia una pedagogía del cuidado” hemos ido compartiendo nuestras historias, territorios de climas y paisajes diversos. Este 5to Taller realizado del 22 al 24 de septiembre con la asamblea de la Red Nacional De Defensoras de Derechos Humanos en Honduras (RNDDH) lo vivimos en La Aldea La Guacamaya, del municipio de El Progreso, Yoro. Nuestras hermanas de la Asociación Femenina Rita Pendergarst (AFERPEG) que son parte del Foro de Mujeres Por La Vida (FMPLV) nos abrieron las puertas de su casa, hornaron pan y nos hicieron tortillas de puro maíz y de maíz puro, nos recibieron con el cuidado que solo puede expresarse cuando hay organización y consciencia colectiva sobre la importancia que tiene la comunidad para la vida de las mujeres que la defienden de la violencia patriarcal, racista y capitalista.
La sede del taller fue un salón de bloque que construyeron las compañeras con sus propias manos, en ese lugar de gran valor histórico hicimos algo muy político para la Red de Defensoras; respiramos, estiramos nuestros cuerpos, y nos preparamos para tocar emociones profundas, hicimos circulo de contención grupal cuando compartimos memorias de nuestras vidas que aún nos duelen o que no habíamos nombrado antes. Nombramos a nuestras abuelas, hermanas y otros vínculos importantes para nosotras.
A través de recursos y técnicas del psicodrama transitamos por momentos que nos llevaron a profundizar en cómo están nuestras libertades, nuestros afectos y formas de estar en el mundo. El cuerpo fue nuestro principal lenguaje de comunicación, aunque no fue el único, dialogamos sobre nuestros sentires y los roles que jugamos en nuestras familias y organizaciones.
Reflexionamos sobre como el sistema patriarcal nos ha enseñado a sostener vínculos con personas que nos han hecho daño o con las que tenemos muchas diferencias éticas, hablamos sobre cómo se construye esta idea del liderazgo y la competencia entre las mujeres, y que eso no aporta a nuestras organizaciones.
Como dijo una compañera venimos de historias de vida distintas, cada una tiene su propia experiencia, es importante que nos reconozcamos unas a otras y trabajemos juntas contra este sistema, y eso pasa por preguntarnos qué vínculos queremos construir entre nosotras ¿queremos dominar a las otras? o ¿queremos crecer?
En este tiempo que vivimos como agua que corre veloz, hay memorias que son importantes para traer a la colectividad que somos las que hacemos parte de esta Red de Defensoras. Uno de esos procesos memorables es la Terapia de Reencuentro. Hace ya varios años, como por el 2015, que en la necesidad que tuvo como resultado la experiencia de búsqueda de sanación de los duelos, lutos y mandatos la TR llegó a la costa norte, importada de Guatemala.
Animadas y anhelantes el primer grupo, que era fundamentalmente del centro del país, se organizaba para ir hacia ese norte cálido y hacer un camino para salir de los laberintos de la opresión y el dolor, muchas recordamos ese tiempo también como de encuentros entre mujeres que buscábamos otros sentidos a nuestros propios pasos. Y claro que los encontramos.
De ahí para acá han pasado 11 grupos o generaciones de mujeres que han hecho esta terapia colectiva, líderes populares, defensoras, feministas, organizadas y no organizadas, de todas las generaciones, transgresoras del sexo y el género, ancestras de las luchas, madres y amigas de otras. Una inmensa diversidad de ellas que sostienen un largo camino de reflexión, autoconocimiento, entendimiento de la cultura patriarcal y sus mandatos; que toma decisiones vitales en acompañamiento.
Nos satisface decir que este septiembre del 2023 inicia el doceavo proceso de Terapia de Reencuentro, y que con nosotras tenemos la memoria de Yolanda Aguilar, terapeuta guatemalteca que por muchos años ha estado con nosotras en estas andanzas. Ella, alumna de la creadora del método de la Terapia de Reencuentro, Fina Sanz, y ambas compañeras de luchas por la vida y el placer para las mujeres.
En nuestra propia ruta local ha sido Nely del Cid quien por años ha estado facilitando la propuesta a la que se ha sumado nuestra compañera Lilian Girón, coordinadora de La Siguata, Masvely del Cid, y ahora Lucia Enamorado quienes han transitado con muchas defensoras estos fines de semana que son duros a veces, pero que han madurado esta propuesta que asumimos propia y está transformando muchas ideas sobre el cuidado colectivo y la política como ejercicio de las mujeres.
La Red Nacional de Defensoras creemos en las múltiples formas de buscar justicia y de acompañarnos, es indudable que la TR es una de las estrategias que nos ha aportado enriquecer la visión del mundo complejo de las defensoras en tanto personas y su vínculo con el hacer política. Las que hemos hecho la Terapia lo sabemos, si usted que ya está enredada en sus propios hilos no lo ha descubierto, póngase las pilas, aquí tenemos propuestas.