A ver si ahora que el humo nos llega hasta dentro de las casas, los pulmones y el miedo, nos paramos a reflexionar qué hacemos para cuidar la vida toda que es la vida de todas, todos, todes. El país está envuelto en humo, y no basta tener una aplicación para ver el mapa porque no hay ninguna aplicación disponible para hacer que llueva o que el viento sople a nuestro favor. Ya no llueve en mayo, y es triste. La naturaleza parece estar tomando en sus manos la necesidad del equilibrio y ojalá lo logre porque los seres humanos hacemos lo contrario. El costo de ese equilibrio puede ser alto en vidas y bienes, pero habrá que aprender a ser humildes y a realmente construir más comunidad en los hechos y no sólo en las palabras.
Aquí en La Siguata hacemos también parte de lo que nos corresponde, compartimos saberes y haceres, y con el trabajo de defensoras hacemos crecer el verde de las plantas y el de la esperanza. En una jornada de trabajo voluntario, justamente en este tiempo de humo de mayo, las compañeras Adalinda Gutiérrez y Sara Hernández, dirigentas de sus comunidades y grandes luchadoras han dejado sus labores y vienen a darle fuerza al territorio de La Siguata. Sus frescas voces y carcajadas traen la luz del campo que siempre nos ha dado de comer, son parte de un colectivo que se va enredando y las especies que han cultivado junto a otras personas ya van creciendo, florean las matas y los colibríes aprovechan a chupar la miel morada de una lavanda; y por ahí una marita de árboles de caoba se ha vuelto adolescente, con lo que además vamos a poder compartir con quienes creen que vale el esfuerzo mirar la vida a través de las ramas, y se llevan a sembrar y cuidar de ellas. No todo se pegó y analizan los qué y como es que suceden y cuanto hay en este oficio de la agricultura que no podemos controlar, sino bien intencionar.
Mientras andemos por acá habrá que hacer todo el esfuerzo por sostener a la madre naturaleza que nos brinda la vida; sembrar y cuidar lo que se siembra es una de las tareas; cuidar el agua y no desperdiciarla; dejar de llenar de plástico el mundo y de darle nuestro dinero y salud a quienes nos llenan de refrescos dulces y cancerígenos, dejar de comprar ese montón de ropa que ni alcanzamos a ponernos, o atesorar objetos sin sentido con que se alimentan las montañas de basura. Necesitamos más y más coherencia, ya no hay tiempo.
Y, por supuesto, hay que echar a los madereros, mineros, ganaderos, empresarios avaros que aún llenos de humo no hacen más que pensar en cuanto más pisto pueden tener en sus cuentas de banco.
Ya no hay tiempo dijo Berta, hace ya casi diez años, y era cierto. Mucha tarea y reflexión hay pendiente; quienes hemos estado contra el orden depredador del capitalismo extractivista sabemos que este tiempo llegaría, parece más rápido de lo esperado. Es urgente que el gobierno de Honduras elimine por completo todo su plan extractivo porque ningún mineral raro o común, ni el mal llamado progreso va a cambiar la ruta del agua que se termina, sino es que la cuidamos y dejamos de darla para lavar broza, hierro o monocultivos.
Aquí en La Siguata seguimos compartiendo y aprendiendo de los modos de hacer y entendiendo que los activismos también deben cambiar, sembrar colectivamente, reconociendo nuestros conocimientos es uno de ellos, que defensoras de diferentes comunidades compartamos las maneras diversas de cuidar la naturaleza y mientras tocamos la tierra hablamos de nuestras fuerzas y penas es un proyecto vital.
Aura Buni, Amuru Nuni, Yo para vos y vos para mí, La Siguata invita a las defensoras para que seamos comunidad en movimiento.
Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras, 22 de mayo de 2024
Sarita Hernández, de la comunidad Guadalupe Carney en Trujillo, comenta que para ella la juanilama es una planta buena para sembrarla en el patio, que acompañada con la planta -mal llamada- lengua de suegra hacen un buen trabajo de protección y limpieza energética a través de baños. «A mí me decían que sembrara lengua de suegra, juanilama y la ruda, que son buenas juntas», nos cuenta mientras siembra en el vivero de La Siguata.
Para Dariel Jiménez, consultor e ingeniero ambiental, en cambio, la guajilama, como se le conoce en su comunidad Plaplaya en La Moskitia, sirve para aliviar la fiebre. «En el pueblo Garífuna se hace un té de guajilama, que permite sudar la fiebre, aliviar el dolor de cabeza y es un buen oxigenante cerebral», comparte. Así comienza la jornada de siembra en La Siguata; con un intercambio de conocimientos, energías y plantas medicinales.
Desde su instalación, hemos definido a La Siguata como una casa de autocuidado, cuidado colectivo y sanación donde nos hemos propuesto “Aura Buni, Amürü Nuni” es decir; yo para ti, tú para mí. Donde nos acompañamos y sanamos juntas de los dolores que provocan las luchas. Y durante esos procesos de sanación hemos utilizado las tinturas, las aguas florales, las cremas, la herbolaria en general para los dolores del cuerpo y malestares que impactan a las defensoras que vienen desde diferentes territorios del país.
Es ahí donde nace la idea de tener nuestro propio vivero medicinal, sin embargo, no sólo se origina con la intención de contar con las plantas en la casa para los talleres y uso medicinal, sino también como un proyecto que revive la cultura del trueque, el intercambio de conocimientos y reconocer la ancestralidad en los procesos agrícolas y técnicas de cultivo que hacen las compañeras indígenas y campesinas en sus territorios y que además han utilizado para sanarse desde hace muchos años.
«La intención es que las compañeras vengan a sus procesos de Estancia, traigan plantas de sus territorios que han sido significativas para un momento importante de su vida, que puedan sembrarlas, tocar la tierra; implica simbólicamente que siembran las energías de ellas para recibir a las otras compañeras que vienen con muchos dolores y situaciones de salud crítica, adoloridas, tristes, angustiadas, cansadas, hartas y las que ya estuvieron aquí y sembraron sus plantas sus energías también les ayuda a sanar a las nuevas compañeras que vienen», explica Lilian Girón, coordinadora de La Siguata, la casa de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos (RNDDH).
Esta idea de un vivero medicinal nace desde hace dos años y se empezó a trabajar en el proyecto hace ocho meses y se continúa, puesto que es un proceso de mediano y largo plazo. En esta jornada de siembra trabajaron compañeras defensoras que forman parte de la Asamblea, del Grupo Impulsor y equipo operativo de la Red de Defensoras que aportaron sus energías, conocimientos y espiritualidad para comenzar este proyecto que es y lo hemos construido para todas.
Sin embargo, antes de tener un espacio como el vivero ya se estaba trabajando en procesos de cultivo en La Siguata. Actualmente contamos con 30 especies de plantas identificadas, entre ellas la epacina, zacate de limón, sábila, eucalipto, albahaca criolla y dulce, perejil, tomillo, salvia, mirra, menta, hierbabuena, etc., todas utilizadas para hacer tés, sahumerios, baños y procesos curativos para las compañeras que vienen a las Estancias.
Además, se hacen pruebas para el cultivo de algunas hortalizas, tubérculos, tomates, rábanos, remolachas, repollo, en pequeña escala y que aportan para los procesos de alimentación saludables y de desintoxicación para las compañeras defensoras. Estos procesos también tienen un sentido de sostenibilidad y autonomía en La Siguata.
¿Por qué construir un vivero en La Siguata?
«La Siguata es uno de los corazones de la Red de Defensoras, tenemos varios corazones que bombean fuerza, energía, ánimo y luz para nuestros caminos que a veces se opacan y La Siguata es uno de estos corazones, el más importante somos nosotras las Defensoras. Esta es una casa donde las mujeres pueden descansar, pensarse, compartir los duelos, compartir la desgracia que provoca este sistema en contra de ellas, de sus cuerpos, de sus familias y comunidades. Pero también donde renacen juntas y más simbólico, más concreto y más bello que un vivero; un lugar donde renacer, es central. La Siguata simboliza también esto: renacer», dice Melissa Cardoza, feminista autónoma, parte del Equipo y miembra de la Asamblea de la RNDDH y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras, durante su trabajo en la jornada de siembra en el vivero.
Por su parte, para Juana Esquivel de la Asamblea de la RNDDH y del Comité Municipal en Defensa de los Bienes Comunes y Públicos, construir un vivero en La Siguata tiene diferentes razones: «para que su utilidad nos sirva a las compañeras, reconocer la ancestralidad de las plantas y reconocer que además de que tenemos la medicina en la naturaleza, también poder intercambiar con las compañeras, que ellas puedan traer desde sus territorios diferentes plantas medicinales que nos sirvan a otras, pero que también puedan llevar a sus territorios plantas que hemos cultivado con nuestras manos aquí».
Es en ese sentido que reconocemos que el vivero revive y recupera la cultura del trueque y el intercambio de conocimientos. Porque, desde sus inicios, se ha hecho un trabajo colectivo para darle vida a La Siguata y además de los procesos terapéuticos y políticos de sanación convencionales, también hay una apuesta política por la recuperación de esas otras formas de sanación ancestrales como la herbolaria, medicinas o antídotos curativos y sanadores que ayudan a las defensoras a sobrellevar la cotidianidad desde hace muchos años y que son un punto central de nuestra política de Protección Integral Feminista.
Durante su tránsito por La Siguata, las compañeras defensoras que conforman la Red llevan y traen sus plantas, nos cuentan y comparten qué hacen, cómo las siembran, cuáles son sus formas de cuidar la Tierra, de coexistir con las plantas, con los animales, conocimientos que han aprendido de sus ancestras y de sus propias experiencias trabajando en sus territorios y estos aportes los integramos en el cuidado del vivero.
«La tierra necesita cariño, platicar con ellas, hablar con ellas, acercarnos a las plantas. Cuando una planta se siente sola y uno solo la riega por un compromiso; eso lo hemos dicho, que eso de regarla por un compromiso no, a las plantas se le dedica un tiempito, estar con ellas por lo menos media hora para que ellas también se sientan, porque las plantas son seres vivos, lo que pasa es que no hablan. Como a nosotras, Dios, nos dejó esa parte de hablar con ellas, es de platicar con las plantas, acercarnos a ellas, no dejarlas. Si las sembramos volverlas a ver y volverlas a tener cerca de una y no descuidarlas», comenta Adalinda Gutiérrez, originaria de Marcala, La Paz, miembra del Grupo Impulsor y parte de la Asamblea de la Red Nacional de Defensoras, quien estuvo trabajando durante dos días en la jornada de siembra en el vivero.
El vivero como homenaje a las defensoras de la tierra y el territorio
Según nuestro Informe de Derechos Humanos del año 2021- Enero a Junio 2022, identificamos que la mayor cantidad de agresiones se concentró contra las defensoras que defienden tierra y territorio, representado en un 38%. Esta tendencia creció en el último año, representando un 70% de agresiones recibidas por mujeres defensoras que ocupan espacios que desde hace siglos son suyos y defienden los bienes comunes, que son codiciados por las empresas, las compañías, las mineras, las represas, etc.
«Desde el 2016 que asesinaron a nuestra compañera Berta Cáceres, han asesinado 27 defensoras y la mayoría de ellas son mujeres trans y en segundo lugar son defensoras de tierra y territorio. Es decir, a estas luchadoras cuando no las pueden detener las matan y aquí, de alguna manera, las sembramos», comenta Melissa Cardoza. De ahí que se considere al vivero también como un homenaje para las defensoras de la tierra y territorio; reconocer que ellas son parte y tienen un papel fundamental en nuestra misión y proyecto político, compartir con ellas y trabajar este territorio en La Siguata.
Es por ello que valoramos que Sarita, como le llamamos de cariño, y Adalinda, ambas defensoras de la tierra y mujeres campesinas que han luchado toda su vida por los derechos colectivos, puedan venir y mostrarnos cómo es su camino, cómo son sus procesos de cultivo y esa conexión especial que tienen ellas con la madre tierra y nos puedan transmitir sus conocimientos ancestrales. Asimismo, aprendemos y desaprendemos con otras compañeras defensoras que debido a ese 70% de agresiones han desarrollado situaciones críticas de salud que afectan sus cuerpos y mentes y que han logrado aliviar y salvarse a través de la herbolaria, también como una forma de anteponerse a la industria farmacéutica.
«No hay otra medicina y no hay otra alternativa como las plantas medicinales. Yo me he sentido bien segura cuando me estoy tomando algo natural, no así como cuando tomo químico que me siento insegura, saber que si yo me tomo una pastilla o me tomo un medicamento me va a sanar pero me va a provocar otra enfermedad y sabemos que las plantas medicinales tampoco nos van a provocar otra enfermedad, nos van a sanar, que lleva un proceso la medicina natural, un largo tiempo para sanar, pero lo sana definitivamente», dice Adalinda sobre sus procesos de autocuidado utilizando la herbolaria.
«Esto es lo que a mí me encanta, la tierra. No habrá cosa más grande que a mí me encante que es esto de estar en la tierra trabajando y gracias a Dios, a la Red Nacional de Defensoras que la conocí a tiempo, he logrado sobrevivir de tantas amenazas, de tantos atentados y muertes en mi familia. He logrado salir de eso y no quedarme como víctima sino que seguir adelante y yo por eso le agradezco muchísimo a la Red Nacional de Defensoras y por eso será nuestro empeño y nuestro trabajo seguir adelante porque como defensores y defensoras de mujeres, tierras y territorios del bosque, del ambiente y del agua, de nuestros medios de vida, no hay nadie que se acerque a una, al contrario una es enemiga de otros, pero yo me siento bien fortalecida en este espacio», comentó Adalinda sobre su trabajo en jornada de siembra en el vivero.
Un vivero sostenible y amigable con el ambiente
Dariel Jiménez, ha hecho acompañamiento en nuestro espacio terapéutico “Sembrando nuestras energías” donde las compañeras defensoras usan como instrumento una planta como símbolo de sembrar sus energías y esperanzas en la tierra y en su vida cotidiana y de lucha que llevan en los territorios. Además, ha compartido sus técnicas ancestrales de cultivo que, en palabras de él, no adquirió de la academia sino de sus raíces Garífunas, de la conexión y trabajo que se ha desarrollado con la comunidad campesina en el campo y de su organización base que le permitió desarrollarse como profesional que es la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH).
Dariel, fue el encargado de instalar la estructura y los procesos técnicos en el vivero de La Siguata, que está pensado como un vivero amigable con el medio ambiente y de agricultura responsable en un 80-90%. Para ello, el sustrato del suelo es a base de materiales orgánicos preparados por las mismas compañeras con el acompañamiento de Dariel, se utilizan, en su mayoría, abonos orgánicos, semifermentados o tipo bokashi (abono orgánico originado en Japón), composta de hojas o material orgánico para rescatar o activar la biología en el mismo suelo.
Sin embargo, utilizar medidas amigables con el medio ambiente resultan en un desafío para mantener saludable al vivero. Debido al monocultivo de maíz, frijoles o granos básicos que hay en la zona, existen plagas y enfermedades que se han adaptado a todo tipo de químicos y que resultan difíciles de eliminar con procesos orgánicos y tardan más en eliminarse, pero que al final, aunque tarden son efectivos.
«Por eso surge la necesidad del vivero también, porque en un vivero como este el clima es controlado, la humedad y el clima es controlado. Si uno como ser humano en un tiempo determinado no aguanta la temperatura que aquí se sostiene dentro del invernadero no digamos las plagas y esa es una ventaja del espacio. Además, es eficiente en cuanto al manejo del riego, regamos menos, la humedad se sostiene más, tenemos una temperatura más controlada; a más calor menos presencia de plagas y enfermedades, a más humedad menos necesidad de riego», explica Dariel sobre las ventajas de tener un vivero en La Siguata.
Cabe destacar que, aunque hay todo un conocimiento técnico detrás del vivero, esto se complementa con los conocimientos que las compañeras campesinas e indígenas que han adquirido desde la experiencia y de sus ancestralidades. «Lo que yo he aprendido de ellas es mucho, en cuanto a las costumbres ancestrales, las técnicas de los pueblos que han sostenido a esta y muchas generaciones con estas técnicas y costumbres de cultivar la tierra bajo esa armonía y equilibrio con la madre naturaleza. Eso me fortalece como hijo de una comunidad Garífuna, una de las comunidades afro indígenas de este país. Esa conexión y ese intercambio de conocimientos de distintas culturas y costumbres nos fortalecen un montón a nosotros», comenta Dariel sobre su trabajo en la jornada en conjunto con compañeras defensoras.
Estamos felices de materializar este sueño de tener un vivero en La Siguata; sueño que hemos construido y logrado juntas. La invitación está abierta para todas las mujeres Defensoras de la Red que forman parte de la Asamblea, del Grupo Impulsor y de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras para que se unan a este proyecto poderoso e inspirador, que traigan sus plantas, que lleven para sus territorios y que nos compartan sus conocimientos y técnicas de cultivos. Construyamos, compartamos y expandamos juntas este vivero donde se siembran vidas.
Desde hace 10 años la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras junto a la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras y desde nuestra propuesta política de Protección Integral Feminista; imaginamos la instalación de casas que permitan a las mujeres que defienden la vida, poder hacer una pausa para abrir caminos donde se pueda respirar, reflexionar y construir formas distintas de hacer la lucha por la defensa de los derechos humanos y planetarios.
La idea de construir un espacio de sanación, autocuidado y cuidado colectivo surge después del golpe de estado cuando nos damos cuenta que hay un acumulado de dolor debido a la violencia que enfrentamos por la instauración de un régimen fascista, racista, militarista y patriarcal.
Es por eso que la RNDDH desde hace mucho ha soñado con un lugar, una casa mujer que nos permita estar juntas, conversar, reflexionar, emocionarnos, soñar acompañadas y seguras. Y por eso nace La Siguata una casa de autocuidado, cuidado colectivo y sanación donde nos hemos propuesto “Aura Buni, Amürü Nuni” es decir; yo para ti, tú para mí, o como dicen otras maestras del camino, lo que te cura a vos, me cura a mí.
Tenemos la convicción que La Siguata ha sido y es un lugar de cobijo y abrazo colectivo para volver a comenzar de nuevo, y continuar a ratos juntas, a ratos solas, con la confianza que sentimos, pensamos, vivimos y nos posicionamos desde un lugar distinto, resignificando la historia, teniendo presente la memoria; lo que nos permite recuperar el sentido de la vida, la legitimidad del derecho al placer, la alegría y el disfrute.
Los caminos de autocuidado, cuidado colectivo y sanación se construyen pensando en la creación de espacios colectivos y también individuales donde transitamos por distintos momentos; iniciando por sentirnos y escuchar nuestra voz interior, poco a poco vamos expandiendo la consciencia para conectar con el buentrato y bienestar para recuperar nuestro espacio, nuestra fuente de poder.
Como Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras, continuamos reafirmando que el autocuidado, cuidado colectivo y sanación; nos lleva a la construcción de la política como expresión de vida, colectivizamos nuestros sueños y deseos para que todas las mujeres que defienden y luchan gocen de La Siguata como un espacio de justicia y reparación feminista para todas. Seguiremos creyendo en que las posibilidades las creamos juntas, que nuestra creatividad colectiva nos fortalece y que nuestras luchas van mucho más allá del dolor.