Justicia climática y soberanias todas

Entrar con Miriam Miranda y su nutrida y hermosa comitiva a lugares públicos es inolvidable. No es por casualidad que a ella y a toda la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) no les agrada venir a este territorio de cemento, puentes y láminas de zinc que adornan la capital. En los restaurantes, la gente se queda mirando a medias entre sorpresa y disimulo. Las mesas parecen estar ocupadas aunque no lo están, y el personal de servicio se ve tenso, con excepciones. Racismo se le llama. Como ella lo expresó en el foro organizado por la Friedrich-Ebert-Stiftung (FES) para debatir sobre justicia climática, derechos humanos y el tema ZEDE, al que dijo se trata de soberanía, pero de mucho más. No son sólo los de afuera quienes quieren tomar el territorio, es el entreguismo local el más grave; y esa actitud benévola ante los blancos, ojos claros, con dinero, porque hay que dejar de ser esclavos y esclavas para lo que necesitamos cambiar mentalidades.

En un auditorio de muchos funcionarios públicos, algunos estudiantes y escasos profesores, Miriam recordó la lucha estudiantil, la deuda de la academia con el país, y que esta lucha contra las Ciudades Modelo fue levantada en la calle, que más que jurídico se trata de un problema profundamente político por lo que sin la gente de este país, no se va a revertir nada, y menos si no se respeta la consulta previa, libre e informada a las comunidades. Informó la invaluable fuerza de las comunidades que son las que cuerpo a cuerpo se enfrentan con los desastres ecológicos y cuestionó la falta de coherencia de los movimientos y el gobierno que hablan de derechos humanos que cada día se violentan, históricamente.

En esa misma mesa aportó otra mirada interesante Lucía Vijil, que desde el Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD) reflexionaba sobre el debatir fuera de los auditorios y sumar a mucha gente, para lo cual se necesita tener más y mejor información de quienes ahora comisionan desde el Estado el seguimiento a la problemática de las ZEDE, particularmente. Lucía colocó una propuesta importante que remite a pensar que la justicia climática demanda un pacto ecosocial que no se asiente en el antropocentrismo racista y patriarcal, sino que reconozca la legitimidad de la existencia de otros seres y del planeta mismo. Una ética desde donde se definan políticas ambientales que son inexistentes. El debate de las ZEDE es uno en el necesario gran debate sobre el modelo extractivista que sigue intacto en el país y que también atiende a la soberanía, los territorios, y la vida de las personas y la naturaleza.

Ambas luchadoras hicieron que la reflexión sobre justicia climática y derechos humanos enriqueciera los marcos institucionales que en su momento compartieron Nathalie Roque, Fernando García y Ramón Barrios, de distintos poderes del Estado.

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