La presencia del pueblo garífuna, que arribó de la isla de San Vicente en el caribe, pueblo mezcla de indígenas arawacos y negros africanos, data desde antes de la independencia de Honduras en un contexto dominado por la colonia española que impuso actividades de servidumbre, trabajo explotado en minerías y acuñó instituciones detestables como la encomienda; y cuyas propuestas ideológicas implantó la persecución de los saberes ancestrales, las lenguas, y el acervo de los pueblos con lo que se posibilita una increíble depredación en los territorios que ocuparon y una importante acumulación de capital para la corona.
A pesar de esto, los pueblos resistieron. Las comunidades garífunas mantuvieron sus dinámicas de cultivo, prácticas espirituales y de relación armónica con la naturaleza, con una cultura doméstica matrilineal y un profundo sentido comunitario que confrontó los oficios esclavistas de la corona y lo que vendría después de la supuesta independencia, hasta que la fuerza destructora del capitalismo en el país abre carreteras, instala monocultivos y proyectos que sacan al territorio garífuna y su modo de vida de un aislamiento, que hasta entonces, les hizo ser autónomos y vivir con más paz que el resto de la población.
En el siguiente artículo compartimos más información sobre el pueblo garífuna y sus 226 años de resistencia y lucha.
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Fotografías tomadas Delmer Membreño para la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras (2022)